Diario personal – Lima, 18 de mayo de 2025
C. Abeo
«La niebla»
Hay imágenes que aparecen sin pedir permiso. Una pareja tomada de la mano caminando por la vereda puede ser, para algunos, solo eso: dos cuerpos avanzando en sincronía. Para otros —para mí— es el inicio de una alucinación lúcida.
Hoy los vi. Iban juntos, tomados de la mano, como si todavía corrieran escapando de algo. Y entonces lo supe: hay una niebla negra y espesa que sigue a las parejas. La he visto. Es real. Es esa bruma densa que los persigue en silencio, de manera sigilosa. Está ahí, siempre.
La carrera empieza cuando comienza el amor.
Y nadie sabe con certeza por qué corren. Pero huyen, huyendo de la niebla.
A veces por miedo a quedarse solo, otras por cumplir con el libreto. El problema es que la niebla avanza. Siempre. Es paciente, casi cariñosa, como la tristeza bien escondida. Si te alcanza, lo primero que hace es soltar las manos. Ya no reconoces al que tenías al lado. Ya no sabes quién eres.
Una vez que la niebla lo cubre todo, apareces en una feria extraña.
No hay gritos ni juegos. Solo personas que caminan, que se cruzan pero no se miran. Una humanidad difusa, como zombis con sonrisa. Hay carpas por todos lados. Algunas de colores vivos, hipnóticas: rojo deseo, fucsia neón, verde libertad. Si te acercas a observar, ves cuerpos hermosos, promesas de fiestas eternas, nuevas pasiones, fugas dulces. Todos quieren entrar.
La mayoría entra.
Otras carpas son más discretas. Azul noche, marrón chocolate, gris piedra. No gritan, pero te absorben. Tienen letreros que dicen depresión, angustia, celos, culpa. Uno entra sin darse cuenta. Se siente familiar.
Pero hay una carpa más. Negra. No se esconde, pero nadie se acerca. Tiene un letrero borroso que dice:
“Hasta el final”
La mayoría la evita. El olor que sale de allí es espeso, animal. Los que miran dentro ven pantanos, ortigas, espejos rotos. Gritos que no se entienden.
Pero algunos entran.
Y algunos, solo algunos, salen distintos.
Yo ya no corro.
La niebla me alcanzó hace tiempo.
Me mostró todo.
Y acá estoy, escribiendo desde dentro.
Deja una respuesta