El día que el cura encontró a Dios…masturbándose.

«La fe no siempre entra por los ojos cerrados. A veces, entra por las manos.»

Una historia para los que se atreven a mirar distinto.

Confesión

Hacía calor. Sentía esa mezcla espesa de angustia y rabia. Incapaz de calmarme, decidí ir a la iglesia. Quizás Dios me diera las respuestas que no encontraba.

Llegué justo cuando la misa estaba terminando. Me quedé sentado un momento, intentando aquietar la respiración, cuando una escena llamó mi atención.

Una mujer de mediana edad conversaba con el cura. No era hermosa, pero había en ella una sensualidad sutil, de esas que te recuerdan que la sensualidad no es propiedad exclusiva de la hermosura. Era genuinamente sensual. Llevaba un vestido corto y ceñido. Se distinguía un escote hermoso, unos senos firmes y la marca de unas pequeñas bragas que —producto del calor— se adherían a la tela.

Casi de inmediato se activó ese raro poder que me caracteriza: mi mente se entrelazó con la escena y me volví testigo privilegiado.

—Padre, he cometido un pecado muy grave —dijo la mujer.
—Tranquila, hija. Nada puede ser tan grave a los ojos de Dios, que siempre perdona.
—He engañado a mi esposo con otro hombre —espetó, sin temblor.

La brutalidad de la confesión aturdió por un momento al inocente cura, quien le pidió que lo acompañara al confesionario para tener más privacidad.

—Cuéntame, hija, ¿qué fue lo que ocurrió para semejante comportamiento?
—No lo sé, padre. Simplemente me dejé llevar por el momento. Pero eso no es lo más grave. El problema es que… nunca había experimentado algo así.

El cura, intrigado, le recordó que podía confiar plenamente en él. Que era un enviado del cielo, y que en el paraíso no se permite la indiscreción.

—Padre, nunca imaginé que un hombre pudiera encender todos mis sentidos de esa manera. Me subió la falda como si yo fuera una princesa, y luego rompió mis bragas como si fuera una cualquiera. Recorrió mi cuerpo con la boca de tal manera que apenas podía respirar. Usó su lengua para dibujar círculos alrededor de mis pezones, de una forma absurdamente exquisita. Construyó una carretera de chocolate desde mis pechos hasta el ombligo, y luego la desarmó en sentido contrario, para fundirnos en un beso con sabor a chocolate. Sentí la dureza de su hombría con la furia de una bestia, pero con la sincronía de un reloj suizo.

El cura, atónito, no sabía qué hacer ni qué decir. Su mente se comportaba como un proyector lanzando imágenes imposibles de evitar. Su cuerpo comenzó a experimentar un cosquilleo absurdo, y una erección —incontrolable— empezó a insinuarse debajo de su hábito color perla.

—Lo peor de todo, padre, es que cuando todo terminó, nos quedamos abrazados. Como si el tiempo se hubiera detenido. Nos acariciábamos suavemente. Nos mordíamos como dos chicos enamorados. Y —para serle completamente honesta al Señor— no me arrepiento de nada.
¿Qué hago, padre? ¿Cómo destruyo esta sensación de culpa?

El cura estaba tan ensimismado que ni se dio cuenta de que le habían transferido el pecado. ¿Cómo puede un pecador perdonar el pecado?

Acorralado por la disyuntiva, apuró la salida. Le hizo la señal de la cruz, le indicó que rece cincuenta Ave Marías, que se bañe… y que no vuelva a pecar de esa manera.

La mujer se retiró. El padre apuró el paso hacia su oficina parroquial.

Lo que acababa de escuchar lo había dejado visiblemente alterado. Nervioso. Desconectado de Dios.

Las cosquillas persistían en su pelvis. Las imágenes daban vueltas en su mente como un carrusel infantil desbocado. La erección seguía firme, discreta, atrapada bajo la túnica.

Se sentó a reflexionar:
¿Deseo? ¿Lealtad? ¿Placer? ¿Dios? ¿Satanás?…

Finalmente, tomó una decisión.

Se convenció de que seguía siendo leal a Dios. Pero también de que, de vez en cuando, la vida merece una oportunidad.

Se dirigió al baño. Cerró la puerta.

Cinco minutos después —y en completa paz— se estaba lavando las manos y acomodando el peluquín.

Paradójicamente, atender a la vida lo había reconectado con Dios.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Abrir chat
Escanea el código
Hola
¿En qué podemos ayudarte?