Bitácora personal – Lima, 26 de mayo de 2004
C. Abeo
«Este texto nació sin que lo planeara, mientras revisaba los disfraces que me he puesto a lo largo de la vida. Algunos para protegerme, otros para que me quisieran, otros por pura costumbre. Pero ninguno tan ausente como el de la alegría.
Es un texto que no pretende ser poesía, pero lo es. Porque viene de un niño que aún habita en mí, que extraña lo que nunca terminó de tener.
Hoy lo comparto como quien abre un cajón viejo lleno de disfraces gastados… para quedarse con nada. Solo con la piel. Solo con lo real.»
“Es una poesía para el mundo, sin el formalismo que requiere el mundo de la poesía.”
Cajón de disfraces
Hoy se me ocurrió revisar mi cajón de disfraces…
Encontré casi todos, menos el de la alegría.
¿Dónde lo habré dejado? ¿En cuál estación se habrá quedado?
Trato de recordar dónde lo extravié… pero no lo recuerdo.
Encontré el disfraz de la tristeza:
el que me puse cuando maldijeron que haya venido al mundo.
Encontré el disfraz de la angustia:
el que utilicé cuando me convirtieron en adulto,
cuando ni siquiera conocía bien el significado de la palabra «responsable».
Encontré el de adicto:
el que me puse para intentar encajar en un mundo tirano,
donde la violencia y el golpe eran parte de la filosofía, del paisaje urbano.
Encontré el de abusivo:
el que me puse para no ser el abusado.
¿Dónde carajos está mi disfraz de alegría?
¿Dónde?
¡Ahh, empiezo a recordar!
Se me ha ido olvidando por partes:
la nariz se perdió cuando decían que era un idiota en el colegio,
el maquillaje cuando me llamaban “negro sucio”
(Pepe el cochino, como me cantaba mi abuelo).
Los zapatos se perdieron mientras —siendo un niño—
sostenía las angustias de mi madre.
La corbata, cuando me convertía en el espejo roto de mis amores
(o —para ser más exacto— de mis inventos).
Se fue quedando a pedazos en el camino.
Extraño mucho mi disfraz de alegría.
Hace tanto que no lo uso…
Pero no quiero regresar a esas estaciones,
ni caminar sobre los mismos senderos.
Creo que finalmente voy a preferir la desnudez:
caminar calato es mejor que caminar disfrazado.
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