Bitácora erótica – Lima, 15 de julio de 2023
C. Abeo
Te veo ahí, fumando en el balcón de mi casa.
Una casa inventada para mí, pero de la que tú tienes las llaves.
Entras y sales cuando quieres.
Llevas mi camisa puesta, tus bragas blancas, tus piernas firmes…
Pensativa. Erguida. Esbelta. Sensual. Atrevida.
Me acerco lentamente.
Te abrazo por detrás y siento tu cuerpo; tú sientes el mío.
Mi lengua gira alrededor de tu oreja mientras te susurro:
“Estás guapísima.”
Me alejo. Me acomodo en la silla antigua y pienso:
tú me recuerdas al cuento de Blancanieves.
Esa historia donde una reina hermosa
utiliza a una bruja y una manzana para envenenar a la princesa.
Pero en mi versión, todo es distinto.
Tú eres la reina, y eres —al mismo tiempo— la bruja.
No necesitas intermediarios.
Y la fruta que usas tampoco es la misma,
aunque es igual de venenosa:
tus miradas inocentes,
tus bragas amarillas,
mis orgasmos en otros cuerpos,
tus gemidos en mi mente,
tus pezones caramelo…
Contigo, he aprendido el valor de lo abstracto:
hacerle el amor a la ilusión,
ese lenguaje telepático que no te ve,
pero siente tu deseo;
el olfato afinado de un sabueso que te huele a kilómetros,
la virtud de la paciencia…
Sentado en este sillón restaurado me pregunto:
¿Dónde estará el antídoto?
¿La pócima que me libere,
que me arranque de este mundo paralelo?
Aunque pensándolo bien…
no sé si quiero curarme.
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