Bitácora erótica – Lima, 01 de julio de 2023
C. Abeo
El resfrío me aturde: esa mezcla de frío, sudor, mocos, dolor, fastidio… es como una caricatura de mi vida.
Te veo a lo lejos mientras camino por estas calles comunes, las que aún compartimos a pesar de la distancia física.
Estás acompañada. Me ves. Me evitas. Volteas. Me miras. Te alejas.
Y me doy cuenta de que, a pesar de tu indiferencia, tu cuerpo siempre contradice a tu conciencia.
Tu inconsciente delata la batalla.
Yo, simplemente, te dejo ser.
Entonces imagino que te hago un regalo:
Te presto mi superpoder para que sueñes lo que tu cuerpo dice y tu mente evita.
Te regalo la posibilidad de tener un sueño contradictorio.
Un regalo imaginario que te da el poder de imaginarme. De imaginarnos.
Aceptas. Sueñas.
“Estamos en un hotel, en medio de una isla paradisíaca. Despertamos.
Te preparo un café. Tomás un sorbo y yo te observo: me encanta el pijama que llevas —corto, sexy, libre, indiscreto.
La holgura de la prenda me permite ver tus senos, deleitarme con el color de tus pezones y con el coqueto atrevimiento de tus bragas.
Te gusta que te vea.
Te excita que te desee.
Te seduce esa batalla interna entre lo que quieres y lo que te permites.
Intentas controlar, pero quieres perder el control.
Jugar tan cerca del fuego tiene sus riesgos: cuando menos te das cuenta, algo se sale de lugar.
Surgen reglas no escritas. Reglas del alma.
Quieres que el juego termine y no termine.
Mejor que no termine… Despiertas.”
“No nos vemos hace mucho… aunque, para ser honesto, con cierta frecuencia: me visitas en mis sueños, apareces en mis fantasías, iluminas otros cuerpos.
Tenemos mucho de qué hablar: las cosas en común, los amigos perdidos, las curvas de la vida…
Te invito a mi casa a tomar algo. Aceptas.
Decidimos tomar una copa de vino. La conversación, los recuerdos, los temas inconclusos… se convierten en varias copas de vino.
Nos miramos distinto. El olor nos atrapa sin darnos cuenta.
Te cojo la mano. Tú me dices: ¡¡no!!
Tu cuerpo dice: sí.
Yo te dejo, no te presiono.
Te quieres ir. Yo acepto.
Me abrazas y siento tu deseo. Tú sientes mi erección.
Tu mano sobre mis labios, mi lengua cerca de tu oreja.
Tú gimes, y yo recorro tu espalda hasta tocar tu ropa interior sobre tus pantalones.
Vuelves a gemir.
Yo vuelvo a morder suavemente, a susurrar.
Te deseo. Me deseas…
¿Y las lealtades?, ¿y el qué dirán? …
No importa, porque en este mundo alternativo, nada importa.
Mi osadía se incrementa: mi mano sobre tus bragas. Te mojas…
Dios, tu olor me transporta al mundo de los sentidos.
Te deseo tanto. No puedo más. Y tú no puedes más.
Vuelven las responsabilidades, la lealtad.
La realidad eclipsa el aroma y el sabor: el qué dirán se impone a lo humano, al sentir.
Finalmente me besas.
Me dices que no puedes… y te vas.
Te alejas.
Despiertas.”
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